Verdadero hito visual del inicio de la modernización del país, el retrato de Ramón Castilla simboliza con brillantez las expectativas de una elite que, tras casi dos décadas de anarquía, parecía embarcar por fin al país en la senda del progreso. En efecto, aunque la obra no fue producto de una comisión oficial -ya que se trató de un encargo privado de Castilla-, está concebida como un auténtico retrato de estado tanto por su formato y empaque monumental como por su iconografía. Esta confluencia entre el sentido público de la imagen y su uso privado se explican al considerar tanto la coyuntura política del momento como, sobre todo, la personalidad del retratado, quien llegó a ser considerado como la encarnación misma del hombre providencial que salvó al país.
Cuando Castilla encargó el cuadro en 1845, llevaba casi treinta años de una brillante carrera militar. Nacido en Tiviliche, un pequeño pueblo de Tarapacá, se incorporó inicialmente al ejército realista y participó en la batalla de Chacabuco (1817), donde fue hecho prisionero y enviado a Buenos Aires. Tras ser liberado, regresó por el Brasil al Perú, y en 1822 se pasó al bando patriota, con el que participó en la batalla de Ayacucho. En los años siguientes, Castilla fue posicionándose dentro de una escena dominada por la lucha entre caudillos. Pero su momento llegó tras derrota del ejército peruano por el de Bolivia en la batalla de Ingavi, enfrentamiento en que participó y que se selló con la muerte del presidente peruano Agustín Gamarra. El vacío de poder resultante recrudeció la lucha entre bandos; solo tendría fin cuando Castilla decidió asumir la causa de la Constitución. Enfrentado a Manuel Ignacio de Vivanco, quien se había declarado Supremo Director de la República, lo derrotó finalmente en la batalla del Carmen Alto, librada en los alrededores de Arequipa el 22 de julio de 1844.
Monvoisin debió quedar impresionado con la personalidad del caudillo victorioso, ya que lo retrató no solo con la convencional actitud halagüeña frente al personaje representado, sino que el lienzo parece revelar una auténtica empatía con su comitente. Elegido como presidente de la república en abril de 1845, Castilla aparece como primer mandatario del país. Así, su espléndido uniforme militar se basa en un juego cromático muy simple, pero de gran efecto, en el que destaca el juego de blancos y rojos de la banda presidencial, el penacho del bicornio y las correas que cuelgan de la espada. La figura del retratado se recorta elegantemente sobre un fondo de paisaje, en el que Monvoisin sugiere, por medio de trazos indefinidos pero dinámicos, la batalla del Carmen Alto. En efecto, hacia el fondo no solo se puede reconocer el puente colonial de piedra que marcaba uno de los ingresos a Arequipa, sino también la presencia dominante del volcán Misti.
Debido a su impactante aspecto, el retrato de Castilla expresaba a distintos niveles la radicalidad del punto de quiebre al que se enfrentaba el país. La representación monumental del caudillo, con el fondo del fragor de una batalla, daba cuenta de la capacidad excepcional de Castilla para poner punto final a más de dos décadas de anarquía permanente. Pero el propio estilo de la obra anunciaba –con una rotundidad no alcanzada otra vez-, un cambio igual de importante. Su lenguaje absolutamente cosmopolita señalaba un nuevo horizonte cultural de aspiraciones, definido por la búsqueda de una inserción plena del país en la “alta cultura” occidental”. A lo anterior se sumaba una feliz coincidencia: el estado y la elite peruana empezaban a ver el futuro con renovada confianza gracias a los ingresos de guano, fertilizante cuya exportación terminaría desencadenando una trepidante pero corta prosperidad.
Bibliografía
1941
FLORES ARAOZ, José. “Raimundo Monvoisin”, Cultura Peruana: revista bimestral ilustrada, Lima, nº 1 y 2, enero-febrero y mayo, reprod., [s.p.].
1948
SOLA, Miguel y GUTIÉRREZ, Ricardo, Monografías de Artistas Extranjeros que actuaron en la Argentina: Raymond Quinsac Monvoisin, su vida y su obra en América, Buenos Aires: Academia Nacional de Bellas Artes, reprod., [s.p.].