Ficha razonada: José Miguel de la Barra
Esta obra se encuentra vinculada con otras obras
Biblioteca Nacional
José Miguel de la Barra , 1830 c.
Óleo sobre Tela, x cm
Raymond Quinsac Monvoisin
Procedencia
Posiblemente Oscar de la Barra , 1955
Exhibiciones
Exposición de Raymond Quinsac Monvoisin (1790-1870), Instituto de Extensión de la Universidad de Chile, Santiago, 1955

Los dos retratos configuran un buen ejemplo de las dificultades de identificación de los personajes como consecuencia de la repetición de nombres y apellidos dentro de las mismas familias y, también, con las diferentes tradiciones que han querido ver en determinadas imágenes tal o cual integrante del clan. A esto hay que sumarle la falta de información precisa sobre cuáles y cuántos fueron los retratos que Monvoisin pintó de los jóvenes chilenos de viaje por Europa y que luego hicieron su camino hasta Sudamérica por vías, mayoritariamente, desconocidas. Se tiene, pues, que transitar por el sendero de las hipótesis en muchos casos.

Es sabido que cuando el diario El Progreso del viernes 13 de enero de 1843 anunciaba la llegada de Monvoisin a Santiago, lo hacía señalando en el primer párrafo su vínculo con chilenos que había conocido más de una década antes en Europa:

Este célebre pintor cuyo viaje a América ha sido apenas creído por los que conocen su elevada posición en Francia, ha sido impulsado a viajar, por algunos desagrados domésticos que afectaban su corazón dirigiéndose a Chile con preferencia a otro punto de América, probablemente por las relaciones que ha tenido en París con algunos ciudadanos chilenos. Su pincel es ya conocido en Chile, donde existen los retratos de los Sres. Egaña, Palazuelos, Barra y Ramírez. Ha sido además maestro de dibujo de algunos jóvenes chilenos en el arte que con tanto lustre profesa él (El Progreso 1843)[1].

Existe conocimiento al respecto de que Monvoisin trabó relaciones con todos estos jóvenes que luego continuaría durante su estadía en Chile. Entre ellos estaba José Miguel de la Barra (1799-1851), diplomático en Francia e Inglaterra entre 1830 y 1838, activo impulsor del viaje de intelectuales y profesionales franceses a Chile. Es probable que haya sido él uno de los personajes que influyó en la llegada de Monvoisin a Sudamérica. Sobre el retrato que realizó el pintor al joven diplomático existen numerosas incertezas, ya que el único registro de un retrato oficial se debe a un autor sin identificar y que pertenece a la colección del Museo Histórico Nacional. Sin duda, este no se trataría de la pintura ejecutada por Monvoisin en París. Una versión contemporánea del retrato se encuentra en el Museo de la Educación Gabriela Mistral y se señala que habría sido encargado por el historiador Guillermo Feliú Cruz en 1956 a la pintora Lily Vásquez Claro, quien lo finalizó en agosto de 1958. En esta versión, la banda azul y roja que cruza su pecho en el retrato original fue reemplazada por una medalla conmemorativa de su decanato en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, que tuvo lugar entre 1843 y 1851.

José Miguel de la Barra era descrito como “un espíritu ilustrado, formado con gran paciencia. Magnífico funcionario, amante de las letras” y un “rígido sentido pedagógico” (Feliú 1955, 14). Tomó contacto con Raymond Monvoisin en 1829 cuando asumió la sucesión como Encargado de Negocios de Francia que hasta ese momento había ocupado Mariano Egaña (Feliú 1955, 13), a quien acompañaba como Secretario de la Legación. Esta puede ser la razón que originó una confusión sobre la identidad del retratado en una pequeña pintura firmada en 1830, desaparecida en la actualidad y cuya versión en dibujo está localizada en una colección privada. El retrato ha sido identificado tradicionalmente como Mariano Egaña, quien para entonces tendría alrededor de 37 años. Sin embargo, la fisonomía del retratado dista mucho de los diversos registros del diplomático chileno, incluido el gran retrato oficial realizado por el propio Monvoisin en 1827. Las características físicas del personaje hacen pensar que el representado sea más bien un joven José Miguel de la Barra y que la pintura del diplomático registrada en los diversos relatos de la época correspondería a esta obra. A José Miguel lo sucede Francisco Javier Rosales en 1836, principal responsable de la venida a Chile del pintor, lo que da cuenta de los vínculos estratégicos de establecidos por Monvoisin con los jóvenes chilenos en París, que le permitieron ampliar sus relaciones comerciales fuera del continente europeo.

Un retrato de similares características corresponde al realizado a José María de la Barra, hermano de José Miguel, que se encuentra en sintonía con los de pequeño formato de Luis Rosales, Manuel de la Lastra y José Manuel Ramírez Rosales. La existencia de este retrato llevó a la errada atribución de la pintura de Luis Rosales, al que se identificó como José Miguel de la Barra[2]. Este error se debe, probablemente, a la similitud del formato y composición de los retratos, presentándolas como obras pares y desconociendo la existencia de las otras efigies de los jóvenes chilenos elaboradas por Monvoisin en estas fechas. En estos ejemplos, la cabeza y el busto de los retratados se recortan sobre un fondo verde pintado con amplias pinceladas. Resalta la inmediatez en la captación de los rasgos un tanto más juveniles que los de su hermano José Miguel y, decididamente, más frescos. José María de la Barra había nacido en 1804 y por tanto era cinco años menor que su hermano, cumpliendo también durante diez años labores de la diplomacia chilena en Francia e Inglaterra. Algo de esa juventud fue transmitida por Monvoisin en la representación del desorden cuidadoso del cabello y de las patillas pobladas del modelo. La existencia de este tipo de retratos de formato más modesto y con gran acento en la captación espontánea de los rasgos de varios de los chilenos en París, alimenta la hipótesis de que probablemente se tratara de apuntes rápidos para la ejecución posterior de retratos más acabados. 

En un ensayo de 1972, el historiador argentino Raúl de Labougle Carranza repasó recuerdos de los hermanos de la Barra en Europa y de su estrecha relación con José de San Martín[3]. Según Labougle, José María de la Barra contaba en sus memorias la visita al sitio de la batalla de Waterloo en Bélgica, junto con su hermano José Miguel y con el General San Martín.

Cabalga el general con gallardía y es un consumado jinete. El cicerone no nos fue necesario, porque San Martín nos explicó́ la batalla de un modo tan claro y preciso y al mismo tiempo pintoresco, que parecía que había estudiado mucho las campañas de Napoleón en el terreno mismo. Regresamos al galope en una hermosa tarde de verano, con San Martín erguido y silencioso a la cabeza. Parecía que el recuerdo de sus victorias embargaba por completo la mente del gran expatriado[4].

También, como consignaba Labougle en el mismo ensayo,

[…] los hermanos de la Barra fueron testigos en el casamiento de Mercedes de San Martín y Escalada con Mariano Balcarce y, a su vez, San Martín fue el padrino de la boda del Ministro (José Miguel de la Barra) con la joven Athenaís Lira[5]

Al pequeño retrato de José María de la Barra, el que envía por encargo a América, lo acompaña una miniatura de su esposa Juana Lastarria Munizaga –natural de La Serena– con quien contrae matrimonio en 1837. Parece atractivo afirmar que mientras Raymond Monvoisin retrataba al personaje masculino de reconocido rol público, Domenica Festa –con quien Monvoisin se casa en 1825 durante su estadía en Roma– haya podido retratar a la mujer en un formato más asociado al espacio de lo privado y los afectos[6].

 

Raymond Monvoisin, José Miguel de la Barra [antes Retrato de Mariano Egaña], 1830 (The Apelles Collection)

Autoría Sin Identificar, Retrato de Juana Lastarria, ca. 1837 (Colección Particular)


[1] El Progreso. Diario comercial, político y literario. Santiago, Viernes 13 de enero de 1843. Año 1. Número 54. Las leves alteraciones en la ortografía de la cita con respecto al original son nuestras.

[2] Esta atribución queda descartada, ya que en el anverso existe una inscripción que identifica al retratado como Luis Rosales. Ver ficha correspondiente.

[3] De Labougle Carranza, Raúl (1972). “San Martín en el ostracismo: sus recursos”, en Investigaciones y Ensayos, N° 12, Buenos Aires: Academia Nacional de la Historia.

[4] Ibidem

[5] Ibidem

[6] La autoría de la miniatura no ha sido confirmada, encontrándose en estudio. Domenica Festa (1805-1881) fue una importante pintora y miniaturista italiana, quien alcanzó una sostenida carrera y participación en los salones europeos, además de una importante circulación comercial de su obra.

Bibliografía

1843

“Un grande artista en Chile”, El Progreso, 13 de enero de 1843, Santiago, Año 1, N° 54.

1955

VV.AA, Monvoisin. Santiago, Ediciones Instituto de Extensión de Artes Plásticas de la Universidad de Chile.

Gloria Cortés Aliaga y Marcelo Marino
Comparte

Obras vinculadas

Las obras presentadas a continuación se encuentran relacionadas entre sí, ya sea por vinculaciones familiares entre los personajes representados; procedencias y propietarios similares o bien, por contextos de producción, formación de obras seriadas, copias, temas o iconografías compartidas, entre otras cuestiones.