L'escarpolette es una de las últimas pinturas conocidas que Monvoisin realizó en Francia antes de anunciar, en 1842, su viaje a Chile. Expuesta en el Salón de 1840, la obra fue inmediatamente comprada por el Estado francés, e instalada en el Musée des Artistes Vivants (Museo de Luxemburgo), donde permaneció hasta los años 1860-70, antes de su transferencia a las colecciones del Museo del Louvre, expuestas en el Palacio de Compiègne. Tras llamar la atención de varios críticos en ocasión del Salon y su notoriedad se mantuvo en los años siguientes, hasta el punto de recibir una mención en la entrada “escarpolette” del Grand Dictionnaire Universel du XIX e siècle de Pierre Larousse.
Desde 1940, David James ha introducido en sus textos una distinción de títulos -L’escarpolette y El Columpio- para referirse a las dos versiones entonces conocidas de la obra, la segunda perteneciente al Museo Nacional de Bellas Artes de Chile. Luego de acceder al testamento de la artista Domenica Festa, viuda de Monvoisin, donde expresaba su deseo de donar al Museo de Burdeos una Escarpolette que había pertenecido al pintor, James elaboró las siguientes hipótesis: 1) que esta pintura podría ser la obra perteneciente al MNBA, habiendo quizás ingresado a Chile a través de una compra realizada por la familia Cousiño[1]; 2) o que esta obra sería en realidad una tercera versión realizada por el artista.
Laura Malosetti, por su parte, consideró que L'escarpolette del Louvre quizás no fuese la primera versión de la obra, sino una versión adquirida a posteriori, en la medida en que – se suponía – era firmada y fechada en 1859. La sospecha reforzaría así la posibilidad que El Columpio del MNBA podría ser la obra original que el pintor había traído a Chile. Esta hipótesis, sin embargo, ahora resulta imposible. Como resultado de un error tipográfico en las bases de datos de los museos franceses, el año 1859 reemplaza la fecha real de finalización de la obra del Louvre: 1839, según los registros originales del museo. Esta es, por lo tanto, la primera versión de la pintura, que jamás salió de Francia, hecho que también confirman los catálogos del Museo de Luxemburgo, impresos en el siglo XIX. Esto da lugar a la imposibilidad actual de afirmar que El Columpio es de 1840, ya que esta versión no está fechada, ni existe, a la fecha, evidencia documental sobre su producción. Lo cierto hasta ahora es que el trabajo está en Chile desde 1907, perteneciendo a Ramón Cruz antes de pasar a manos de Agustín R. Edwards, quien la legó al MNBA en 1919, a través de su esposa, María Luisa Mac-Clure de Edwards.
También existen otras tres versiones anónimas de L'escarpolette en colecciones francesas. Dos de ellas pertenecen al Museo Sainte-Croix (Poitiers) y tienen las mismas dimensiones que las obras del Louvre y de Chile[2]. Una, en particular por su calidad, hace pensar que se trata de una obra de Monvoisin, lo que confirmaría, en este sentido, la hipótesis de James sobre la existencia de otras(s) scarpolette(s)[3] elaboradas por el artista. La última versión descubierta en pequeño formato, pertenece al Museo Henri Barré (Thouars) y es objeto de un curioso desliz iconográfico, entonces titulado Fête des Anthestéries[4].
De todas estas versiones y/o copias, la versión chilena es la única con una variación evidente: parte del forro del columpio (en piel de animal) se reemplaza por una tela roja. Este cambio quizás sugiera que El columpio es en realidad una versión posterior, producida en Chile[5] y adaptada a los gustos locales.
En cuanto a los elementos representados, todas las versiones de la obra se acercan a la iconografía del columpio, cuya difusión resulta de las famosas obras de A. Watteau, N. Lancret, J. Pater y, sobre todo, J. H. Fragonard, en el siglo XVIII. Monvoisin, sin embargo, acomodó esta iconografía al ascenso que el desnudo femenino, y en particular el tema de las bañistas, conoció desde principios del siglo XIX, a través de las imágenes de A. J. Gros, P. P. Prud'hon, J. Pradier, Ingres, Delacroix, T. Chassériau, A. Deveria, etc. En 1840, el tema ya le resultaba familiar al artista, quien desde 1820 exhibía bañistas en los Salones. Lo seguiría tratando en Chile, con obras como Ninfas en el baño (1851), no por casualidad, sino que fue el momento de un nuevo y deslumbrante ascenso de ninfas y bañistas en la escena artística internacional.
Gran parte de la atención que L'escarpolette despertó en sus contemporáneos parece provenir, precisamente, de la apropiación ecléctica que hizo Monvoisin, no solo de las aproximaciones formales al clasicismo y el romanticismo (como perfectamente demostró Antonio Romera), sino de temas importantes del arte francés desde el siglo XVIII. La primera novedad que ofrecía su pintura fue desplazar la iconografía galante del columpio (con la imagen del columpio instalado en un bosque o una pradera servía de metáfora sexual entre personajes casi siempre urbanos) a un universo anticuado, en donde el desnudo femenino se convierte en el centro de interés, además no contar con la presencia masculina en la representación. Entonces, de hecho, se trataba de sustituir el componente heterosexual que reinaba en las obras del siglo XVIII, por una relación homoerótica femenina. Se acerca al safismo, frecuente en la literatura francesa desde la década de 1830, Monvoisin estuvo a la vanguardia de un motivo pictórico que luego sería un escándalo en las artes, especialmente en la obra de Gustave Courbet (Le sommeil). Finalmente, L'escarpolette abandonó el aspecto airoso de un tema hasta entonces dedicado a la celebración del amor y el sexo, para introducir una especie de gracia melancólica (de aspiración prud'honesca), acentuada en la pintura por la expresión de las figuras y por el aspecto sombrío del paisaje.
La cuidadosa ocupación del artista en estos aspectos parece en efecto responder a los significados que quería explorar en su obra, poco estudiados hasta ahora, quizás como resultado del guion de lectura estrictamente formalista que impuso el texto seminal de Romera, particularmente en Escarpolette de Monvoisin.
Aunque algunos críticos franceses del siglo XIX afirmaron que la pintura representaba “dos ninfas”, la lectura que se estableció desde los años de 1940 fue que se trataba, simplemente, de dos desnudos femeninos. Sin embargo, una exégesis iconográfica de la obra sugiere que las dos interpretaciones no son precisas. Ambas dejaron de lado un elemento cuya presencia, si bien sutil, es absolutamente significativo para la obra: las dos figuras femeninas llevan alas de mariposa. Teniendo en cuenta el atributo, inmediatamente se resignifican, haciéndolas parecer imaginarias hadas, conocidas por su gran popularidad en Europa desde principios del siglo XIX, con la difusión de leyendas y mitos del folclore celta, a través de las obras literarias y visuales. No deja de ser interesante que, al menos un crítico del siglo XIX, en Journal des artistas de 1840, abrió una pista en esta dirección, cuando asoció precisamente a Escarpolette con el universo feérico. La obra representaría "dos sílfides": genios femeninos alados con un cuerpo alargado, visibles solo para los hombres que ellas aman.
La moda de las sílfides fue de hecho otro fenómeno importante de la primera mitad del siglo XIX en Europa. Pero su aparición tuvo un momento y lugar decisivos: el estreno del ballet La Sylphide en París, en 1832, que se convertiría en un famoso hito con la primera de sus muchas puestas. La trama, absolutamente trágica, trata del amor imposible entre una sílfide y un joven con un matrimonio programado. Finalmente, también enamorándose de ella, el muchacho se convertiría en el responsable involuntario de su muerte, provocada por un hechizo que solo debería despojarla de sus alas (símbolo de su libertad) y, así, obligarla a quedarse a su lado.
Es muy probable que Monvoisin haya visto el ballet (sugestivamente, su hermano o tal vez él mismo, ya había litografiado obras anteriores del mismo compositor de la Sylphide). En cualquier caso, no cabe duda de que uno de los momentos más eróticos de la obra sirvió de motivo dramático-literario a la pintura: se trata de la embriagadora escena presenciada por el joven, en la que varias sílfides semidesnudas amarran un écharpe en las ramas de un árbol de un bosque, con la finalidad de instalar una scarpolette sobre un arroyo, en el que luego se balancean.
Si el momento elegido por Monvoisin es, a primera vista, poco trágico -de ahí la dificultad que se siente para identificar con mayor precisión el motivo de su pintura-, es, sin embargo, un pasaje clave de la Sylphide, que precede a toda la tragedia vivida entre el joven y el hada. En resumen, a pesar del aspecto amable que cubre la Escarpolette, la obra trata en realidad de una historia sobre la imposibilidad de realización del amor y sobre sus fantasmas.
En última instancia, es difícil imaginar que la pintura no tuviera un significado personal y un paralelismo particularmente importante para Monvoisin. Al mismo tiempo que la estaba produciendo, atravesaba una traumática separación en su matrimonio, relación que no dejaba de calificar (en términos muy sugerentes) como "funesta" y como fuente de todos los sufrimientos de su vida.
[1] Esta hipótesis me parece la menos plausible, ya que James, que sugiere que la obra haya sido comprada en 1870, no cuestiona el hecho de que todavía estuviera en manos de Festa en 1875, año de su testamento.
[2] La mejor de ellas fue donada en 1882 por Alexander Marie Vincent Babinet, el mismo año en que las obras de Monvoisin, entonces en posesión de Domenica Festa, ingresan al Museo de Burdeos.
La segunda de estas pinturas es donada por [el conde Alfred] de Lastic Saint-Jal à Société des Antiquaires de l'Ouest, a través de Gaillard de la Dionnerie, en 1894, antes de entrar en la colección del Museo de Poitiers.
[3] O tal vez sea una copia hecha por Clara Filleuil, como la que hizo del Retrato de Doña Adelaida Corradi de Pantanelli, pintado por Monvoisin en la década de 1840 en Chile.
[4] Según el rótulo que acompaña a la obra, representaría no a dos mujeres, sino a un hombre y una mujer que acaban de hacer el amor con motivo de una “fiesta de las flores” o “de los muertos”.
[5] Me inclino, en este sentido, a la misma hipótesis que sostiene Gloria Cortés sobre El Columpio y discutida por correo en septiembre de 2020.
Bibliografía
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ÁLVAREZ URQUIETA, Luis, “Notas sobre Raimundo Augusto Quinsac Monvoisin”, Boletín de la Academia Chilena de la Historia. Santiago, n° 17, reprod. [s.p.].
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ROMERA, Antonio, Historia de la pintura chilena. Santiago, Editorial del Pacífico, pp. 40-43.
JAMES, David, “Nuevos apuntes sobre la vida y obra de Raymond Quinsac Monvoisin”. Boletín de la Academia chilena de la historia 44 (1951): pp. 33-34. Impreso.
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CASTEDO, Leopoldo, Historia del Arte Iberoamericano. Madrid, Andrés Bello - Alianza Editorial, reprod. 58.
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ALLAMAND, Ana Francisca, Raimundo Monvoisin. Retratista neoclásico de la elite romántica. Santiago, Origo Ediciones, reprod. 17 y 50.
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MARTÍNEZ, Juan Manuel, Arte en Chile: 3 miradas. El poder de la imagen, vol. 1. Santiago, Museo Nacional de Bellas Artes, reprod. 93.
2016
MALOSETTI, Laura, “El columpio” en: (en)clave masculino. Colección MNBA. Santiago, reprod. 141.
L’escarpolette é uma das últimas pinturas conhecidas que Monvoisin produz na França antes de anunciar, em 1842, sua ida ao Chile. Exposta no Salon de 1840, a obra foi comprada imediatamente pelo Estado francês, sendo instalada no Musée des Artistes Vivants (Museu do Luxemburgo), onde esteve até os anos 1860-70, antes de sua transferência às coleções do Museu do Louvre expostas no Palácio de Compiègne. Despertando a atenção de vários críticos na ocasião do Salon, sua notoriedade permaneceu nos anos seguintes, a ponto de receber menção no verbete “escarpolette” do Grand Dictionnaire Universel du XIXe siècle, de Pierre Larousse.
Desde os anos 1940, David James introduziu em seus textos uma distinção de títulos – L’escarpolette e El Columpio – para se referir às duas versões então conhecidas da obra, a segunda pertencendo ao Museu Nacional de Bellas Artes do Chile. Tendo acesso ao testamento da artista Domenica Festa, em que esta, viúva de Monvoisin, manifestava seu desejo de doar ao Museu de Bordeaux uma Escarpolette que havia pertencido ao pintor, James elaborou as seguintes hipóteses: 1) que essa pintura poderia se tratar da obra pertencente ao MNBA, tendo talvez entrado no Chile por intermédio de uma compra feita pela família Cousiño[1]; 2) ou que essa obra seria, em realidade, uma terceira versão executada pelo artista.
Laura Malosetti, por sua vez, presumiu que L’escarpolette do Louvre talvez não fosse a primeira versão da obra, mas uma versão adquirida a posteriori, na medida em que – supunha-se – assinada e datada de 1859. A suspeita reforçaria assim a possibilidade de que El Columpio do MNBA pudesse ser a obra original, que o pintor trouxera consigo ao Chile. Essa hipótese, contudo, mostra-se agora impossível. Resultado de um erro de digitação nas bases de dados dos Museus Franceses, o ano de 1859 substitui a real data da conclusão da obra do Louvre: 1839, segundo constam os registros originais do museu. Essa é, assim, a primeira versão da pintura, jamais saindo da França, o que também se confirma pelos catálogos do Museu do Luxemburgo, impressos no século XIX. Disso resulta a atual impossibilidade de se afirmar que El Columpio data de 1840, já que essa versão não é datada, nem dela se têm, até o momento, provas documentais sobre sua produção. Certo até aqui é que a obra se encontra no Chile desde 1907, pertencendo a Ramón Cruz antes de passar às mãos de Agustín R. Edwards, que a legou ao MNBA em 1919, por intermédio de sua esposa, María Luisa Mac-Clure de Edwards.
Outras três outras versões anônimas de L’escarpolette também existem em coleções francesas. Duas delas pertencem ao Museu Sainte-Croix (Poitiers) e têm as mesmas dimensões das obras do Louvre e do Chile[2]. Uma, particularmente, por sua qualidade, faz pensar ser uma obra de Monvoisin, o que confirmaria, nesse sentido, a hipótese de James sobre a existência de outra(s) escarpolette(s)[3] feitas pelo artista. A última versão descoberta, de pequeno formato, pertence ao Museu Henri Barré (Thouars) e é objeto de um deslizamento iconográfico curioso, então intitulada Fête des Anthestéries[4].
De todas essas versões e/ou cópias, a versão chilena é a única dotada de uma variação logo aparente: parte do forro do balanço (em pele de animal) é substituída por um tecido vermelho. Essa mudança pode talvez sugerir que El columpio se trate mesmo de uma versão posterior, produzida no Chile[5] e adequada ao gosto local.
Quanto aos elementos representados, todas as versões da obra se aproximam da iconografia do balanço, cuja difusão resulta das obras célebres de A. Watteau, N. Lancret, J.-. Pater e, sobretudo, J.-H. Fragonard, no século XVIII. Monvoisin, no entanto, acomodou essa iconografia à ascensão que o nu feminino e, particularmente, o tema das banhistas conhece desde o início do século XIX, por meio das imagens de A.-J. Gros, P.-P. Prud’hon, J. Pradier, Ingres, Delacroix, T. Chassériau, A. Deveria, etc. Em 1840, o tema já era familiar ao artista, que desde os anos 1820 expunha banhistas nos Salons. Ele continuaria a tratá-lo quando no Chile, com obras como Ninfas no baño (1851), e não por acaso em um momento de nova e fulgurante ascensão das ninfas e banhistas no cenário artístico internacional.
Boa parte da atenção que L'escarpolette despertou em seus contemporâneos parece vir, justamente, da apropriação eclética que Monvoisin fez, não apenas das abordagens formais do classicismo e do romantismo (como mostrou perfeitamente Antonio Romera), mas de temas importantes da arte francesa desde o século XVIII. A primeira novidade que sua pintura oferecia foi deslocar a iconografia galante do balanço (na qual a imagem do balanço instalado em uma floresta ou campanha servia como metáfora sexual entre personagens quase sempre citadinos) a um universo antiquizante, em que o nu feminino passa ser o centro de interesse, além disso destituído da presença masculina na imagem. Em seguida, tratava-se de fato de substituir o componente heterossexual que reinava nas obras setecentistas por um relação homoerótica feminina. Aproximando-se do safismo, que se tornava frequente na literatura francesa desde os anos 1830, Monvoisin punha-se assim na linha de frente de um motivo pictórico que faria posteriormente escândalo nas artes, sobretudo na obra de um Gustave Courbet (Le sommeil). Por fim, L’escarpolette abandonava o aspecto airoso de um tema até então voltado à celebração do amor e do sexo, a fim de introduzir um tipo de graça melancólica (de aspiração prud’honesca), acentuada na pintura pela expressão das figuras e pelo aspecto sombrio da paisagem.
O investimento cuidadoso que o artista fez desses aspectos parece com efeito responder a significados que desejava explorar em sua obra – até o momento pouco estudados, talvez em decorrência do roteiro de leitura estritamente formalista que o texto seminal de Romera impôs, particularmente, à Escarpolette de Monvoisin.
Ainda que alguns críticos franceses no século XIX tenham afirmado que a pintura representava “duas ninfas”, a leitura que se firmou desde os anos 1940 foi a de que se trataria, simplesmente, de dois nus de mulher. Uma exegese iconográfica da obra sugere, no entanto, que as duas interpretações não são precisas. Ambas deixam de lado um elemento cuja presença, se sutil, é absolutamente significativa à obra: as duas figuras femininas portam asas de borboleta. Tomado em consideração, o atributo as ressignifica imediatamente, aparentando-as ao imaginário das fadas, que conhece grande popularidade na Europa desde o início do século XIX, com a difusão das lendas e mitos do folclore celta por meio obras literárias e visuais. Não sem interesse, ao menos um crítico oitocentista abriu uma pista nessa direção, emJournal des artistes, de 1840quando associou precisamente a Escarpolette ao universo fádico. A obra representaria “duas sílfides” (, 164): gênios femininos alados de corpo alongado, visíveis apenas aos homens que elas amam.
A voga das sílfides foi de fato outro fenômeno importante da primeira metade do século XIX, na Europa. Mas a sua eclosão dispunha de um momento e lugar decisivo: a estreia do balé La Sylphide em Paris, em 1832, que se tornaria um célebre divisor de águas desde a sua primeira de muitas montagens. O enredo, absolutamente trágico, trata de um amor impossível entre uma sílfide e um jovem com casamento marcado. Por fim também apaixonando-se também por ela, o rapaz se tornaria o responsável involuntário por sua morte, causada por um feitiço que deveria apenas destituí-la de suas asas (símbolo de sua liberdade), e obrigá-la, assim, a ficar a seu lado.
É muito provável que Monvoisin tenha visto o balé (sugestivamente, seu irmão, ou talvez ele próprio, já havia litografado obras anteriores do mesmo compositor da Sylphide). De todo modo, parece não haver dúvidas de que um dos momentos de maior erotismo da peça tenha servido de motivo dramático-literário à pintura: trata-se da cena inebriante testemunhada pelo jovem, em que várias sílfides seminuas amarram uma écharpe nos galhos de árvore de um bosque, a fim de instalar uma escarpolette sobre a qual então balançam sobre um riacho.
Se o momento escolhido por Monvoisin é, à primeira vista, pouco trágico – daí a dificuldade sentida em se identificar com maior precisão o motivo sua pintura –, trata-se contudo de uma passagem chave da Sylphide, que precede toda a tragédia vivida entre o jovem e a fada. Em resumo, a despeito do aspecto gracioso que reveste a Escarpolette, a obra trata, na realidade, de uma história sobre a impossibilidade da realização do amor, e sobre seus fantasmas.
Em última análise, torna-se difícil imaginar que a pintura não possuísse um significado pessoal e paralelo particularmente importante a Monvoisin. No mesmo momento em que a produzia, ele atravessava uma traumática separação em seu casamento, relação sobre a qual não deixou de qualificar (com termos bastante sugestivos) como “funesta” e como a origem de todos os sofrimentos de sua vida.
[1] Essa hipótese me parece a menos plausível, posto que James, que sugere que a obra tenha sido comprada em 1870, não problematiza o fato de ela continuar nas mãos de Festa ainda em 1875, ano que data seu testamento.
[2] A melhor delas delas foi doada em 1882 por Alexander Marie Vincent Babinet, mesmo ano em que as obras de Monvoisin, então em posse de Domenica Festa, então ingressam no Museu de Bordeaux.
A segunda dessas pinturas é doada por [conde Alfred] de Lastic Saint-Jal à Société des Antiquaires de l’Ouest, por intermédio de Gaillard de la Dionnerie, em 1894, antes de entrar na coleção do Museu de Poitiers.
[3] Ou talvez seja uma cópia feita por Clara Filleuil, como a que fez do Retrato de Doña Adelaida Corradi de Pantanelli, pintado por Monvoisin nos anos 1840, no Chile.
[4] Segundo a etiqueta que acompanha a obra, ela representaria não duas mulheres, mas um homem e uma mulher que acabam de fazer amor na ocasião de uma “festa das flores” ou “dos mortos”.
[5] Faço eco, nesse sentido, à mesma hipótese que sustenta Gloria Cortés a respeito de El Columpio.
Bibliografía
1840
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JAMES, David, “Nuevos apuntes sobre la vida y obra de Raymond Quinsac Monvoisin”. Boletín de la Academia chilena de la historia 44 (1951): pp. 33-34. Impreso.
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