En los pocos meses que Monvoisin permaneció en Buenos Aires, desde comienzos de septiembre al 29 de noviembre de 1842, realizó retratos de excelente factura; entre ellos, el retrato inconcluso de Juan Manuel de Rosas, gobernador de la provincia de Buenos Aires. El Progreso de Santiago de Chile, ante la llegada de sus pinturas a Valparaíso y el próximo arribo del pintor (“uno de los primeros retratistas de París y una de las más grandes reputaciones artísticas como pintor de historia”) agregó –curiosamente para una prensa dominada por los exiliados unitarios– “habiendo llegado de arribada a Montevideo, y sabido esto por Rosas, fue llamado inmediatamente a Buenos Aires a hacer su retrato, cuya operación lo detenía allí, hasta después de la salida del buque que lo trajo de Europa”[1].
El atractivo principal reside en la cabeza de perfil, casi pleno. La mano izquierda, única visible, carece de definición, para su posible factura una referencia es la de Clotaire III, roi de Neustrie et de Bourgogne de 1838 (Musée National des Châteaux de Versailles et de Trianon); aunque Schiaffino considera que la pose de la mano corresponde a sostener las riendas. Viste un poncho que muestra su revés de color punzó, como si se tratara de una doble tela; presenta campo liso casi negro y guardas de laboreo, típico del textil mapuche[2]. El cuello blanco de la camisa es el punto luminoso, con pañuelo amarillento anudado al cuello. Puede observarse un pentimento en el volumen del cuerpo y cierta indefinición en la resolución del lado derecho del rostro. Las patillas dan la apariencia de una sotabarba unitaria, pero no llega, estrictamente, a unirse bajo el mentón. El rostro perfilado del Rosas era habitual en la propaganda del régimen, pero en el caso de Monvoisin debe señalarse el antecedente de los retratos de reyes merovingios encargados por Louis-Philippe: recuerda el de Lothaire Ier, empereur d’Occident en 845: en Buenos Aires la capa real es suplantada por el poncho pampa. El retrato de Rosas presenta un fondo de cielo no finalizado en sus matices[3]. Para su factura debe considerarse el mal estado de conservación al momento de su adquisición[4].
En 1841, en el taller parisino de Lemercier, se imprimió la litografía oficial Rosas el Grande (dibujo de Julien, según Cayetano Descalzi). Este antecedente inmediato sirve para señalar como modelo los retratos de Louis-Philippe, por ello cabe suponer que la estadía en Buenos Aires era una oportunidad inmejorable para un encargo. Según los descendientes de Monvoisin, el lienzo era un estudio preparatorio para un retrato ecuestre de tamaño natural, obra perdida supuestamente durante el sitio de la guerra franco-prusiana. Desde luego, es poco factible haber realizado una obra de tal importancia en Santiago de Chile, con la presencia de exiliados unitarios. Otro aspecto que debe considerarse es que el tamaño del retrato del MNBA de Buenos Aires supera el formato habitual para un estudio[5]. El proyecto de un retrato a caballo puede dar explicación sobre la elección de la vestimenta de campaña, distante de la leyenda de la ofensa del gobernante por ser pintado como gaucho (en los retratos oficiales se presentaba con uniforme militar de brigadier), al estilo de la prensa antirrosista montevideana.
La huida de Buenos Aires por temor ante una posible represión por el retrato debe considerarse, tal vez, una construcción forjada en su contacto con los opositores exiliados, ya que contaba en Buenos Aires no solo con la protección de su ciudadanía (en un momento sin conflictos con Francia), sino que también con relaciones como las de Felipe Llavallol, uno de los estancieros que firmaron contra el levantamiento de los hacendados en 1839. Por otra parte, los meses de su estadía, de octubre a diciembre, no coinciden con una fase represiva, sino con la profundización de la beligerancia en Entre Ríos y la Banda Oriental. Es probable que esta nueva situación en el Río de la Plata haya sido el impulso para que Monvoisin cumpliese el objetivo de su viaje, el de establecer la enseñanza artística en Chile. Además, sus pinturas europeas partieron hacia Valparaíso desde Montevideo. Monvoisin salió de Buenos Aires con pasaporte otorgado el 29 de noviembre de 1842.
“Es el retrato más parecido que conozco de Rosas, hay mucho de emperador romano, pero atenuado y corregido por un marcado acento criollo” es la sentencia de Bartolomé Mitre, recogida por Schiaffino, que agrega que la efigie es enigmática y cruel. Así, desde su primera recepción –luego de un olvido de sesenta años–, su lectura estuvo marcada por la subjetivad política del espectador.
[1] “Un grande artista en Chile”. El Progreso, Santiago, 13 de enero de 1843, p. 1.
[2] En el Museo Histórico Nacional (Buenos Aires) se conserva un poncho de diseño similar, pero rojo. Agradezco a Roberto Vega Anderson, quien agrega que la pieza es singular por la tela del revés, como si fuera una capa patria del Ejército libertador pero de telar indígena.
[3] La terminación del fondo puedo suponerse, por las nubes negras, como la de Auguste Marie Henri Picot, comte de Dampierre, marechal de camp en 1792, 1835, otro encargo para Versailles.
[4]: “La tela ha soportado varios peligros desde su viaje de las Pampas, y especialmente la guerra de 1870 le ha sido perjudicial. Puede sin embargo ser fácilmente reparada; la cabeza está intacta, salvo algunas pequeñísimas partes escamadas. Los deterioros se encuentran en el fondo y en el traje. Con algún refuerzo en la tela y algunos retoques no quedarán rastros”. Carta de Ernesto Monvoisin a Ernesto Labadie, Boulogne-sur-Seine el 18 de diciembre de 1903, Archivo de Ernesto Labadie. Transcripta en James, 34-35; Schiaffino 1926, 134.
[5] La atribución a Monvoisin de un retrato de Rosas conservado en el MHN por Solá y Gutiérrez no tiene fundamento alguno. Flores Araoz señala que el retrato de Rosas a caballo, “lienzo de grandes dimensiones, ejecutada varios años después en Santiago de Chile y que perdida durante mucho tiempo fue encontrada por el propio Schiaffino en el desván de un anticuario en Amberes”.
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