La familia materna de Enriqueta Pinto Garmendia, nacida en 1815, provenía de San Miguel de Tucumán. Su abuela fue María Elena Alurralde (Aldurralde) y Villagrán, una activa patriota en el proceso de emancipación, conocida como una de las principales “patricias argentinas”, quien después del triunfo del Ejército del Norte, al mando del general Manuel Belgrano, hizo casar a sus tres hijas con los edecanes del General Belgrano (Edwards, 1913, pp. 290-291). Una de ella fue la madre de Enriqueta, Luisa Garmendia de Alurralde, casada con el chileno Francisco Antonio Pinto y Díaz de la Puente (1785-1858), que había acompañado desde Buenos Aires al general Manuel Belgrano. Francisco Antonio Pinto, con el grado de coronel, viajó junto con su familia a Chile en 1820, cruzando la cordillera[1]. Su padre tuvo una destacada participación en el proceso de la consolidación de la independencia de Chile y del Perú, como también un rol político que lo llevó a la presidencia de la república entre 1827 y 1829. En 1841, los sectores liberales proclamaron a Pinto como candidato a la presidencia, pero fue derrotado por Manuel Bulnes Prieto, con quien Enriqueta se casó el 20 de julio de 1841, año en que Bulnes asumió la presidencia de la república.
Posiblemente, este retrato fue pintado hacia 1843, coincidente con el gran retrato que Monvoisin pintó del general Bulnes, ya como presidente de la nación. Durante su mandato se decidió trasladar la sede de gobierno desde el Palacio de la Independencia, el antiguo edificio de la Real Audiencia, al imponente edificio de la Casa de Moneda de Santiago, que se convirtió en palacio de gobierno. Los Bulnes Pinto formaron una familia que llegó a tener 7 hijos, lo que no le impidió a Enriqueta desarrollar una actividad social y cultural de gran relevancia para la época[2]. Abrió los salones del Palacio de La Moneda, donde desplegó su refinada educación europea, que la distinguió del resto de sus contemporáneas.
En este retrato de tres cuartos se muestra en primer plano una Enriqueta joven, de pie, con el cuerpo girado levemente hacia la izquierda. Lleva un vestido de terciopelo granate oscuro de mangas cortas y con escote de hombro a hombro; sobre estos descansa una mantilla de tul blanco bordado en el mismo color, que cae por delante de sus brazos. Su rostro es de tez clara, enmarcado por su pelo castaño oscuro con partidura al centro y moño. Gira la cabeza hacia la derecha para observar al espectador de manera serena pero directa. En su mano izquierda lleva un guante blanco, el que, en un acto indeterminado, quisiera registrar, simbólicamente, un momento casual de llegada o salida, una forma de señalar a una mujer activa. La retratada lleva varias joyas, pareciera ser un conjunto de diamantes, o parure por su nombre en francés, en el que hacen juego el ferronnière[3] que lleva en la cabeza, los pendientes colgantes y el prendedor en el escote del vestido. La pinza para el cabello con la figura de un ave también pareciera llevar un diamante en su parte central. Se trata de joyas que estuvieron muy de moda a la fecha del retrato, especialmente el ferronnière y los pendientes colgantes, en concordancia con el peinado de moño y partidura al centro[4]. A su izquierda, sobre un mueble se observa el otro guante y un gran florero de bronce con figuras en relieve y lleno de flores, entre las que se pueden distinguir claveles, rosas, tulipanes y margaritas. A su espalda se observa un gran cortinaje azul, el que se abre a la izquierda para dejar ver una columna y tras esta un telón con borlas y finalmente un paisaje y cielo. En sus tertulias, Enriqueta acogió a los principales integrantes de la denominada generación de 1842, en los que se encontraba Andrés Bello, José Victorino Lastarria y Francisco Bilbao, llegando a ser nombrada “la madre de los girondinos”[5]. Sin duda, su gran capacidad intelectual y su formación se debieron a la influencia de Andrés Bello, muy cercano a su padre.
Su nieto Alfonso Bulnes Calvo la describió de la siguiente manera: “De estatura pequeña y escasa carnadura, se habían borrado al final los rasgos agraciadísimos de la juventud que aparecen en el óleo magnífico de Monvoisin; la fuerza del espíritu y del carácter se concentró en los ojos de agudo mirar”[6]. A pesar de la muerte de su marido en 1866, Enriqueta hizo de su residencia, en la calle Compañía esquina de Amunátegui[7], un centro de tertulias y animación cultural, acogiendo a artistas e intelectuales, como Domingo Faustino Sarmiento, quien la denominó la “Madame Stäel chilena”. En su biblioteca conservó un archivo particular de su correspondencia con científicos como Claudio Gay, Ignacio Domeyko y Amado Pissis, y de intelectuales como Andrés Bello, su maestro, Bartolomé Mitre y José Joaquín de Mora. Su biblioteca era nutrida en literatura francesa e inglesa, además de ser una ávida lectora de revistas internacionales, que la mantuvieron activa hasta los últimos años de su vida. Su hija, la escritora Lucía Bulnes Pinto, continuó en su casa de la calle Monjitas con las tertulias, como lo hizo su madre, quien falleciera en 1904, a los 89 años.
La obra presenta signos de haber sido restaurada, lo que podría explicar la pérdida de la firma y fecha del autor.
Bibliografía
1913
EDWARDS, Alberto, “Recuerdo de algunas Presidentas de Chile, Pacifico Magazine, Santiago, nº 9, p. 293, reprod., portada.
1946
BULNES, Alfonso, Bulnes: 1799-1866. Buenos Aires, Emecé, pp. 82-83, reprod., [s.p.].
1949
JAMES, David, Monvoisin. Buenos Aires, Emecé, p. 59.
1955
VV.AA., Monvoisin. Santiago, Instituto de Extensión de Artes Plásticas de la Universidad de Chile, p. 82.
1981
ROJAS, Alicia, Historia de la pintura chilena. Santiago, Banco Español Chile, p. 256.
2008
ALLAMAND, Ana Francisca, Raimundo Monvoisin. Retratista neoclásico de la elite romántica. Santiago, Origo Ediciones, reprod., p. 78.
2013
DE LA MAZA, Josefina, “Del naufragio al cautiverio: Pintores europeos, mujeres chilenas e indios Mapuche a mediados del siglo XIX”, Artelogie, París, nº 5, reprod., p. 4.
[1] Edwards, Joaquín. Andando por Madrid y otras páginas. Santiago: Editorial Andrés Bello, 1969, pp. 211-212 y 216.
[2] Figueroa, Virgilio. Diccionario histórico, biográfico y bibliográfico de Chile, Tomos 4 y 5. Santiago: Balcells, 1931, p. 523.
[3] Delgada banda de ceja, dorada o adornada con piedras preciosas, que se lleva cruzando la frente. Ver,TAA. ID300209302, en Tesauro de arte & Arquitectura (TAA), traducción al español del Art & Architecture Thesaurus, AAT, desarrollado por The J. Paul Getty Trust. Santiago: Centro de Documentación de Bienes Patrimoniales (CDBP), Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, 2008), obtenido de: https://www.aatespanol.cl/
[4] Ver, Beber, Henri. La Bijouterie française au XIXe siècle (1800-1900), Volumen 1 1800-1850. París: H. Floury, Libraire-éditeur, 1906, obtenido de gallica.bnf.fr / Bibliothèque Nationale de France; Mejías, María Jesús. La joyería en la construcción de la apariencia: joyas decimonónicas en los tesoros sevillanos. Murcia: Congreso Internacional Imagen Apariencia, Universidad de Murcia, 2009, obtenido de: http://hdl.handle.net/10201/43694.
[5] Salazar, Gabriel y Pinto, Julio. Historia contemporánea de Chile IV: Hombría y feminidad. Santiago: Lom, 2002, p. 126.
[6] Bulnes, Alfonso. Bulnes: 1799-1866. Buenos Aires: Emecé, 1946, p. 82.
[7] Boletín Museo Histórico Nacional 6 (1980): 15.
Obras vinculadas
Las obras presentadas a continuación se encuentran relacionadas entre sí, ya sea por vinculaciones familiares entre los personajes representados; procedencias y propietarios similares o bien, por contextos de producción, formación de obras seriadas, copias, temas o iconografías compartidas, entre otras cuestiones.