El cuadro presenta una compleja composición de dos figuras de cuerpo entero, situadas en un paisaje suburbano. Los retratados son personajes de alcurnia en la sociedad chilena de la época, Domingo de Toro-Zambrano y Guzmán y Domingo de Toro Herrera, nieto y bisnieto, respectivamente, de Mateo de Toro y Zambrano, Conde de la Conquista y presidente de la Primera Junta de Gobierno de Chile el 18 de septiembre de 1810.

Aún antes de cumplir los 20 años, la esbelta estampa de Domingo de Toro-Zambrano (nacido en 1825) aparece elegantemente vestida, con traje, corbatín y guantes negros, un vistoso chaleco en tono púrpura y llevando en la mano derecha un sombrero de copa y una bengala, atributos de su categoría social. Lo acompaña su primogénito, el niño Domingo (nacido en 1840) de cuatro años de edad, que se aferra al padre con la mano derecha y busca reafirmar la protección paterna con su izquierda.

Monvoisin también pintó a la cónyuge de Domingo de Toro-Zambrano y madre del niño, Emilia Herrera y Martínez de la Torre (en el Museo del Carmen de Maipú, registro 97-35), un retrato rico en atributos que ponen en evidencia el rango del personaje, elementos por lo demás bien frecuentes en ese tipo de obras del pintor francés. Doña Emilia figura vestida con lujo, junto a un ostentoso bouquet de flores, una columna y con cortinajes de fondo. Su aspecto es tan joven y lozano como el de su marido en el cuadro con el niño, lo que induce a pensar que se trata de obras contemporáneas.

El retrato doble de Domingo de Toro padre y su hijo está localizado en la vertiente oriental del valle de Chile central. Es plausible que el lugar escogido para emplazar la escena sean los alrededores de la hacienda Lo Águila, en Paine, de propiedad de la familia de Emilia Herrera de Toro, ubicada en las proximidades de las faldas de la cordillera de los Andes; tanto la fisionomía del lugar como la importancia de esa propiedad rural, rodeada por las haciendas de Salinas, del Hospital y de la Angostura, sugieren esa identificación.

Por la fecha de su ejecución, en 1844, según consta junto a la firma, sabemos que es una obra ejecutada un año después de la llegada de Monvoisin a Chile. En ese momento, el pintor representaba la máxima novedad de la moda para Chile, era altamente cotizado y vivía el apogeo de su carrera de retratista, procurado por las elites de la joven república.

El carácter estereotipado del modelado, en particular de la figura de Domingo padre, y la composición elegante de los dos personajes, del padre y su hijo, responden al rigor neoclásico del retrato francés en la tradición de Jean-Auguste Dominique Ingres, con un leve dejo de intimidad expresada en los gestos de las manos. El tenor formal del retrato contrasta con la ruralidad del paisaje. Los dos personajes son de factura impecable, pintados con pinceladas delicadas que desaparecen y componen los trazos fisionómicos con plasticidad, marcando con énfasis los grandes ojos azules, que constituyen el inequívoco rasgo de la relación paterno-filial de esos dos miembros de la estirpe de los Toro. Así como la pintura de los rostros de los dos personajes y de las manos del niño recrea con virtuosismo la tersura de la piel, también el atuendo distinguido de Domingo padre reproduce de forma naturalista la textura noble de los tejidos. Las ropas del niño, en cambio, presentan una pincelada más gruesa, creando un facetado de claros y oscuros en el sobretodo marrón e incluso algunos destellos luminosos en la parte de las piernas del pantalón blanco. Tanto más llama la atención el cambio de la pincelada en la pintura de los elementos del paisaje: sea el registro de los tonos de la tierra, ya en el primer plano, o el carruaje, que parece aguardar a los protagonistas del cuadro en el plano medio, y la alameda que conduce la mirada hacia la cordillera, al fondo, o el frondoso árbol a la derecha y la modesta vivienda con una serie de personajes en quehaceres cotidianos; todos estos elementos, en parte narrativos, en parte descriptivos, responden a una técnica pictórica bien diferente. Su ejecución suelta, a veces apenas con unos hábiles toques de color, insinúan el ambiente rural que enmarca a los ilustres retratados, denotando que probablemente se trate de la conclusión de la pintura por las manos peritas de los auxiliares que actuaban en el taller del maestro.

Se trata ciertamente de un retrato doble de personalidades de la sociedad chilena que poseían destaque por su tradición familiar y, en el caso de Domingo de Toro Herrera, aquí un niño, vemos a un sujeto que en la segunda mitad del siglo tuvo una actuación significativa en el ejército durante la Guerra del Pacífico y que después, en el ámbito político, se desempeñó como parlamentario y como ministro de Estado. En la obra de Monvoisin, este retrato constituye sin duda un trabajo notable de la primera etapa de la producción del pintor en Chile.

Bibliografía

1949

JAMES, David, Monvoisin. Buenos Aires, Emecé.

2010

ESTEVES LIMA, Valeria, “Raymond Quinsac Monvoisin: a trajetória do artista no Continente Americano (1842-1857)” en: Anais do XXX Colóquio do Comitê Brasileiro de História da Arte. Rio de Janeiro, Comitê Brasileiro de História da Arte.

2019

MOLINEROS, Claudio, Pintura y vida cotidiana con Raymond Monvoisin en Chile. Santiago de Chile, eBook Kindle.

“Domingo José Toro Zambrano Guzmán”. Recuperado de: http://www.genealogiachilenaenred.cl/gcr/IndividualPage.aspx?ID=I30827 [fecha de consulta: 30 de abril de 2021].

“Plano topográfico de la hacienda denominada Águila, perteneciente al mayorazgo de la señora doña Emilia Herrera de Toro, 1852”. Recuperado de: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-86662.html [fecha de consulta: 30 de abril de 2021].

“Retrato de doña Emilia Herrera de Toro”. Disponible en: https://www.surdoc.cl/registro/97-35 [fecha de consulta: 14 de mayo de 2021].